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Leer cuentos, escucharlos, es un placer en sí mismo, y más placentero es cuando se elige como un momento compartido de deseo, de disfrute, de relación entre el adulto que lo cuenta y el niño o la niña que lo escucha.
Muchas veces creemos que los cuentos “ sirven para algo”, que a través de su lectura pretenden enseñar algo al niño o a la niña, por ejemplo a no pegar, a no hacerse pis encima, a dejar el pañal, a no morder , …es decir a situaciones naturales que corresponden a una etapa del desarrollo en la que están.
Lo que en realidad necesitan los niños y las niñas es un acompañamiento desde la experiencia real por parte del adulto y comprender que la madurez es cuestión de tiempo también. Porque entendemos que los niños aprenden desde la vivencia, desde las respuestas que es capaz de ofrecer el adulto ante las situaciones reales, en el momento que realmente surgen y no desde las experiencias “vividas” por otros.
El modo en que el niño es mirado, el tono de voz cuando se le habla, el gesto, el lenguaje y las palabras que se utilizan y la acción del adulto ofrecerán un acompañamiento adecuado en el momento más oportuno. La afectividad permite organizar el universo del niño o la niña y sentir que aunque no lo entiendan hay un orden, una “textura emocional” que se intensifica cuando los padres se involucran.
Ningún cuento puede sustituir el acompañamiento emocional que los niños y las niñas necesitan. Démonos la oportunidad de disfrutar de historias contadas y también de historias acompañadas.
Nota escrita por 👩🏻🔬Marina López
Lic. en Psicopedagogía. - Esp. En Juego.
M.P 290
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